Puri Paniagua

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Archivos para julio 2013

De las pipas al tinto

25 julio, 2013 Dejar un comentario

 
Me pasé gran parte de los
veranos de mi adolescencia comiendo pipas, paseando arriba y abajo por la calle
principal del pueblo, o sentada en el amplio portal de alguna oficina bancaria. Charlando con mis amigas. No cabía plan
mejor. Qué lasitud.

 De
vuelta olisqueo las vacaciones. Por cierto, “vacatio”, en latín, es la acción
de “vacare” que significa “estar vacío, desocupado”. Qué contradicción, si
todos queremos tener un plan. Estos días, cada reunión termina o empieza
contando los destinos, objetivos, ilusiones que tenemos para el descanso
estival. Los ojos se nos iluminan compartiendo lo que tenemos pensado. Unos se
embarcan en largos y exóticos viajes. Otros reparten las semanas con las familias
respectivas, en susceptible equilibrio. Y el resto, organiza excursiones,
deportes, o lucimiento del bikini –y las lorzas- en la playa. O una mezcla de
todo.

 Pero
hay que tener un plan. Es el motor, lo que nos da energía. Mi madre, en la
década de sus setenta, tiene un humor distinto en la charla telefónica diaria,
en función de si tiene algo o no. Una comida con amiguetes de su generación, la
visita de los nietos, lo que sea. Lo que nos entusiasma es la ilusión de hacer,
el objetivo, el conseguir,  el disfrutar.
El “vacatio”, o la vida,  son un vacío
infinito sin un propósito, un fin.

 Mi
amiga Rosana  contó una vez que la
felicidad es como un cuadro impresionista, un montón de pinceladas dispersas,
enfrentadas y variadas, que adquieren sentido cuando uno toma distancia para
contemplar el conjunto. Me encantó la definición. El verano es un momento
idóneo para dar un paso atrás, y contemplar el lienzo que vamos pintando…al
menos el más reciente.

Si
pienso qué pasó por mi vida en este último año, puedo creer que vivimos en un
país de chorizos, maleantes, cuatreros o timadores. No sé si alguno puede tirar
la primera piedra. Veo que algunos se nos han ido de viaje, no sé para cuándo
el billete de vuelta, por Europa o a las Américas, somos los nuevos
inmigrantes, más o menos cualificados. Respiro al pensar que ya no estamos
pendientes de la famosa “prima”, la de riesgo, ni del rescate, parece que ya no
viene Harrison Ford. Creo que nos están polarizando, entre los que quieren
independizarse y los que no, menuda comedura de coco.

 Si
contemplo a la luz del verano mi lienzo íntimo, siento que ha sido un año
cálidamente fugaz. Con noches de miel. Meses de pinceladas brillantes, las
cenas, las celebraciones, largas sobremesas, las perlas de reencontrar un viejo
amigo o de reconocerme en un desconocido. Añoro los grandes viajes, que siempre
dejan muescas en el recuerdo.

 Las
gotas de luz de mi cuadro las ponéis vosotros. Todos y cada uno de los que
estáis ahí, sois únicos. No hay dos personas iguales. Pensamos y sentimos, nos
expresamos, deseamos, sufrimos, entendemos, escuchamos, de una forma original,
exclusiva y única. Eso nos hacer ser preciosos, cual piedra de rio rodando,
puliendo sus cantos mientras brilla al sol. No mantengo una conversación igual a
otra, ni una mirada se repite, ni una emoción. Y eso me alegra cada día, es mi ilusión
cada mañana, y me energiza.

Mi
plan para llenar el “vacatio” es compartir, una vez más, el norte y el sur. Mis
raíces, viendo las telenovelas con mi madre, escuchando por enésima vez las
recetas de cocina que nunca voy a intentar, reconociéndome en sus canas, su
ímpetu y su alegría. En el sur, mucho tinto de verano, bikini –y lorzas-,
noches cálidas de amor, con compromiso, construyendo el día a día. Ese es mi
cuadro. Nos vemos a la vuelta.

Click

10 julio, 2013 4 comentarios

Circulo por Madrid embebida
en mis sueños, y en un click, algo me saca de la caja de mis recuerdos y vuelvo
a la realidad. Lo malo es que el click
salta en ocasiones cuando ya me he saltado un famoso radar por encima de la
velocidad estipulada. Y las multas son muy tangibles, más bien pesadilla que no
ensueño.

 Ayer,
debí saltarme todos los límites del mundo, pensando en la conversación con un
amigo, sobre la infancia. Hablando sobre los problemas en las organizaciones,
muchas veces basados en las relaciones, en las inseguridades, en las
ambiciones, en las dificultades de comunicación, en los miedos y carencias
personales de los individuos que las componen.

 Los
bebés, los niños en su primera infancia, demuestran valores como la sinceridad,
transparencia, honestidad; son capaces de compartir, de confiar, de dar y
recibir cariño. Mirad los niños de vuestro alrededor. ¡Son un ejemplo!

Recuerdo
a mi sobrina, cuando niña, y una de las abuelas le preguntó: “¿cómo me ves?” y
ella le soltó: “llena de arrugas”, con abrumadora naturalidad e inocencia.
Igual las risas del grupo empezaron a mellar su carácter, y aprendió que hay
que dar la respuesta esperada. Qué pena.

 ¿Cuándo
suena el primer click? ¿En qué momento dejamos de ser honestos, directos? ¿Cuándo
empieza a molestarnos el colega para para construir el castillo de arena? ¿O dejamos
de compartir el monopatín o la muñeca? ¿Cuándo empiezan nuestras vivencias a
moldearnos?

 Hay
personas con infancias difíciles, por escasez de afecto, abrazos y ternura, con
exceso de lágrimas desordenadas, y en cambio perseveran en la transparencia y
honestidad.

Otros
individuos, han crecido en las familias denominadas estables, y tienen
dificultades en afrontar responsabilidades, resolver problemas, o les abruma la
inseguridad.

Intenté
imaginar cómo sería yo misma si no hubiera perdido esos valores. Si tuviera la
valentía de ser siempre honesta, transparente, de esperar lo positivo de los
demás, de valorar lo que recibo y lo que doy. Y me planteé  si es posible recuperar parte de esos
valores, que en algún lugar de mi ser deben estar.

No
debe ser imposible. De hecho, en la madurez, uno siente una cierta regresión a
la infancia, se desaprende. O quizás, como repite mi madre, “la gente no cambia
con la edad, sino que simplemente deja de disimular”.

Si
somos capaces de revertir el click en cierta manera, de recuperar la inocencia
sin ser naïf. De ser auténticos, sin disimular, respetando a los demás,
disfrutar de las sorpresas y valorar las emociones; Olvidar sin desaprender.
Las relaciones serían distintas, las organizaciones también.

 El
verano debe ser un buen momento para ello. Tiempo de bicicletas y zapatillas;
de quitarse la corbata, el maquillaje y los tacones. De reencontrarse con la
familia, revisitar el pueblo o explorar nuevos lugares. Sentir, tumbados en la
arena, escalando un monte, perdidos en NYC, cómo es uno en realidad. En el
fondo, ahí en la soledad, tú sabes lo que más te gusta de ti mismo y lo que
quisieras cambiar. Y retomar lo que nos es innato, que nos hace más felices.

 Yo
me recuerdo una niña muy alegre, algo salvaje, que pegaba a los primos que se
reían de  mis gafas tan graduadas, que
dirigía a las amiguitas, que me comía las chuches de mi hermana y adoraba los
helados. Casi que sigo igual.

Sobre mí

Corazón compartido entre Cataluña, por nacimiento y Madrid por adopción. Consultora de profesión, en tecnología y en personas, buen mix. Actualmente, soy socio en Pedersen&Partners Más sobre mí

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