El viernes coincidí con Zidane –ex entrenador- en un semáforo. Justo al día siguiente de anunciar su dimisión. Como todo famoso que intenta pasar desapercibido llevaba gorra. Le llovieron los selfies mientras esperábamos el verde para cruzar. Y los comentarios. El tipo parecía feliz.
Como opinar es gratis, y desde que Twitter y Wassup irrumpieron en nuestras vidas es imposible no verse involucrado en las polémicas, llevo unos días escuchando sobre la incoherencia –o no- de renunciar tras un éxito (Zidane), o de no dimitir antes de ser “mocionado” (Rajoy), o de aceptar el apoyo de independentistas y populistas pese haberse manifestado contrario a ello para conseguir okupar la Moncloa (Sánchez, Pedro).
Ser o parecer coherente significa actuar en consecuencia a nuestras ideas, nuestros pensamientos. La coherencia implica una relación lógica entre dos cosas –o actos-, sin contradicción ni oposición. Ideas y actos.
Nosotros mismos tomamos decisiones incoherentes en momentos de nuestra vida, bien por presiones sociales, ambientales, o por creencias aprendidas que priorizamos –damos mayor relevancia- frente a nuestras emociones.
Así, unos se matriculan en estudios lejanos a su vocación –servidora-, u otros se casan porque llega el momento apropiado, aunque el cuerpo les pida seguir disfrutando una vida de soltería, o mantenemos un rol, un trabajo que no nos llena, por miedo al cambio.
Cuando pensamos que NO y decimos que SI, somos incoherentes. O bien no conocemos nuestros deseos profundos, o no nos sentimos con capacidad para expresarlos.
La incoherencia, puede, por tanto, ser involuntaria. Ahora bien, existe la manipulación, que es claramente voluntaria.
Como dijo Javier Marías –siempre brillante pluma- en un reciente artículo (Marzo 2018): “Sostendremos una cosa y su contraria, defenderemos una postura y su opuesta, según nos convenga y a nuestro antojo. No nos pidan que seamos consecuentes, porque aquí se trata de avanzar sin escrúpulos, de lograr como sea nuestro objetivo”.
Eso, en mi opinión, eso es mentir. En política se miente mucho. En todos los colores, y en todos los países. Y está socialmente aceptado.
No tengo opinión sobre si Zidane es coherente, porque no conozco sus deseos o emociones.
En política, claramente las palabras se las lleva el viento, no esperamos, -tristemente-, coherencia de ninguno de ellos. Eso sí, cada uno tamiza las incoherencias de su “partido”. Nos parecen menos negativas las mentiras, justificamos las manipulaciones. O miramos hacia otro lado.
Me pregunto si soy coherente. Depende. A muchos nos educaron para ser correctos. En la obediencia. Si recordáis nuestras “evaluaciones” de la infancia, nos valoraban la actitud o comportamiento, entendidos como estar callado en clase, parecer respetuoso y no molestar demasiado. Nos enseñaron a decir que sí, adivinando lo que esperaban de nosotros los adultos.
Obviamente, hemos ido descartando muchas de esas creencias, presiones sociales, y aprendiendo a escuchar nuestro interior.
La sombra de la verdad es alargada. Y si mantienes un SI, cuando sientes que NO, las entrañas se te contraen, te generan tensión, toxicidad. Eres la rana que se va cociendo poco a poco en agua caliente.
Sostengo que a base de experiencias, uno se va conociendo mejor. Eso lleva, en ocasiones, a cambiar formas de vida que se han mantenido durante tiempo.
En el terreno profesional, disfruto cuando en conversación me dejan soltar la pregunta: “y a ti, ¿qué te pide el cuerpo para esta próxima etapa?” –en fin, lo pregunto más formalmente-. Todos necesitamos unos segundos de reflexión.
Solemos pensar en las necesidades económicas de la familia, en la estabilidad, en la seguridad, en la angustia ante el cambio. En la dificultad en saltar de sector o de función. Uno no debe obviar las dificultades de un cambio, pero si lo que queremos acometer es coherente con nuestra emoción, con nuestro deseo, tendremos la fortaleza para conseguirlo.
Hay personas que se quedan bloqueadas ante la pregunta. Hay quién responde rápidamente diciendo que quiere el cargo de su jefe –simplificando-. Hay quien quién pretende aguantar hasta jubilarse.
¿Qué te pide el cuerpo? A Zidane le ha pedido salir del RM. Me suena a que está siendo coherente.
Estoy escuchando al mío, pero aún no consigo entenderlo. Me pide mucho azúcar, eso sí. Tendré que cuidarlo.