Me he apuntado a boxeo. Vamos, llevo unas doce clases, dándole con los guantes al saco.
Es parte de mi rutina de post-verano. Una llega tan motivada, compartiendo experiencias de viajes, la playita, con la piel tostada, retomando relaciones con amigos. Y el subidón te conduce a experimentar.
Esta mañana, el cuerpo no me daba para mucho, y me he “saltado” alguno de los ejercicios que el “trainer” nos va indicando. Se ha acercado –es cariñoso el chico- y me ha soltado que si me apunto a boxeo es para esforzarme al máximo, que si no es así, tengo como alternativas apuntarme a “corte y confección”.
Se me ha pasado por la mente alegar que deberían ponderar el esfuerzo que se espera de cada uno con la edad, pero no le he visto receptivo al comentario. Y me he puesto las pilas.
Todo lo que hacemos dice de uno.
A lo largo de los años, me he apuntado a clases de salsa, de golf, de spining, de yoga…en fin…
Podría incluir todas estas actividades en mi CV: “Máster en Salsa Cubana”, “Executive Education en Spinning”, “Doctorada en Golf”. Estaría alineada al movimiento actual de decorar la experiencia y educación de cada uno con títulos y acreditaciones que –en ocasiones- no han requerido esfuerzo, no responden a un contenido o aprendizaje formal ni intenso.
Lo dicho. Lo que cada uno hace, o dice, cuenta de ti. En mi caso, es probable que mis experiencias cuenten de mi pasión y energía por aprender temas varios, pero también de compromiso, porque mantengo en el tiempo algunas de las actividades.
De los políticos con Máster o Doctorados dudosos, yo lo interpreto como falta de esfuerzo, de compromiso, capacidad de mentir.
Hablamos de mitomanía, cuando mentir es un hábito, una forma de relacionarse con los demás.
Aunque nos cueste reconocerlo, la mentira forma parte de la vida cotidiana. Mentimos de forma constante en nuestras relaciones sociales, aunque moralmente tengamos alguna excusa.
Los niños empiezan a mentir antes de los 3 años. Es una etapa del desarrollo. Los psicólogos dicen que empiezan a mentir antes los niños con mayor madurez para percibir qué saben los adultos y qué no saben. Vamos, que los listos mienten más.
Entonces, en nuestra clase política hay mucho listo, o bien mucha tolerancia a la mentira. Quizás la mitomanía es contagiosa.
Debemos exigir respeto. Si a uno le engañan, es porque se deja. Las cosas que te suceden, es porque dejas que ocurran.
Si dejamos que surjan como setas otoñales los corruptos, los mentirosos, y que gobiernen nuestra administración, será que no creemos merecen nada distinto. En la empresa privada la tolerancia es claramente menor respecto a la administración.
En la serie SUITS, al inicio, el controvertido y complejo Lous Litt va al psicólogo, para “tratar” su dificultad de relación con los demás, sus continuos escarceos y discusiones, su colérica reacción ante cualquier incidente, sus mentiras en base a mil excusas. El psicólogo le dice que él –Louis- no se respeta a sí mismo, no se valora. Y está constantemente buscando signos en su relación con los demás, que demuestren que los otros tampoco le respetan. Y ahí, arde Troya.
El que miente –en lo del Master o Doctorado- también manifiesta que no se valora lo suficiente, que necesita añadirse atributos para sentirse diferencial. Qué triste.
Servidora, que voy aprovechando la vida para mejorar mi cociente emocional, para relacionarme mejor, he decidido que lo que más me gusta en una persona es que sea ética, y coherente entre sus ideas y actos.
Uno suele tener el mismo patrón de comportamiento en todos los entornos. Entonces, cuando alguien en el ámbito laboral te miente –engorda el CV, se apunta logros que no son suyos…- ¿les miente a su familia? Probablemente sí. Y al revés. El ejecutivo que miente en la vida familiar, difícilmente será ético en el trabajo. No sé.
El que plagia un documento, como sucedía en el colegio e incluso en la universidad, es quien no tiene capacidad de esfuerzo, ni compromiso. Esa es la lectura que yo hago.
Una de mis amigas queridas, anda en relación con un mitómano. Que le dice mil veces que la quiere, pero que miente en todas sus facetas, la profesional, la personal…a todas horas, con gran creatividad. Claramente, es un trastorno de personalidad, la mentira es el eje de su vida. Qué peligro.
A mitad de la clase, mi monitor se ha empeñado en enseñarme a girar la cadera, mantener la verticalidad y golpear con fuerza. Qué cándido. En cuanto se aleja, me escondo detrás del saco y descanso un poquito. No sé qué dice eso de mí.