En los últimos días, me ha llegado el mismo vídeo por distintas vías. Pretende explicar que no todos tenemos las mismas oportunidades:
Va a iniciarse una carrera informal entre jóvenes, con un premio económico para el que llegue primero a la meta. Antes de empezar, el organizador explica las reglas. Va a emitir una serie de afirmaciones, y quién se sienta reflejado en las mismas, podrá avanzar 2 pasos, lo cual acortará la distancia a destino.
El tipo pregunta a los jóvenes –entre otros temas- quiénes tienen padres aún casados, quién se ha formado en educación privada, o quién no ha sufrido jamás por pagar el recibo del móvil. Cuando termina las preguntas, la fila inicial se ha desplegado tal acordeón.
La reflexión a los que están delante, es que parten en la carrera con unos privilegios no conseguido por ellos mismos, sino que les vienen dados, sin quizás merecerlo. Eso sí, cualquiera que sea tu punto de partida, el cómo corres –intenso, en la buena dirección-, depende de ti.
Cuando empecé en esto del “executive search”, tenía un compañero (ojo, ya no estamos juntos), de la vieja escuela. En las reuniones donde compartíamos las posiciones a buscar, el perfil y potenciales candidatos, mi ex colega, solía siempre tener a alguien en su agenda –era un tesoro su móvil-.
A mí, en ocasiones, me costaba entender –a priori- qué tenía que ver el candidato con lo que estábamos buscando. Mi colega, apostillaba que el candidato en cuestión “es de buena familia y ha estudiado en El Pilar” (o en cualquier otro centro reconocido).
Años después, sigo sin entender qué significa ser de buena familia, y este sector se ha “profesionalizado” en cierta medida. Ya no dependemos de nuestra agenda personal, o de los amigos del Colegio, y las herramientas tecnológicas nos permiten acceder a un amplio mercado de candidatos. Democratización.
No obstante, es verdad que no todos tenemos las mismas posibilidades. Cualquier entrevistador, por muy disciplinado que sea, tiende a sentirse más cómodo –y valorar positivamente- a quién se parece a él.
Esto tiene relación con el “efecto espejo” (en psicología se denomina proyección psicológica), que tiene distintas vertientes. Nos sentimos muy cercanos a quién posee características similares a las nuestras: nivel de energía, fluidez en comunicación, ambición, estilo personal, aficiones. Si el reclutador juega al golf o navega, se sentirá atraído por el joven candidato con quién comparta aficiones.
En una multinacional tecnológica de las reconocidas, han llegado a la conclusión (tras amplias baterías de pruebas), que los resultados tras entrevistar a un numeroso grupo de candidatos, es prácticamente igual si las entrevistas duran 60 minutos… que si deciden en 10 minutos. Por debajo de dicho rango, los resultados sí eran distintos.
Ello responde a que existe un denominado “confirmation bias”; en los primeros minutos de la entrevista, decidimos inconscientemente si el candidato nos gusta o no nos encaja. Y dedicamos el resto del tiempo a confirmar dicha percepción.
Sabiendo que no todos partimos con las mismas oportunidades en el inicio, en la carrera profesional es importante correr mucho, y en la buena dirección.
La dirección en la que nos movemos, determina nuestra “empleabilidad”, es decir, el valor o atractivo que tenemos como profesional en el mercado.
Es la responsabilidad de cada uno saber qué valor está adquiriendo como profesional en su rol actual, cuál es su potencial evolución, qué activos debe adquirir para seguir siendo atractivo para el mercado. Hay que preguntarle al espejito de forma constante, cual Blancanieves o Reina Madre.
Otra de las multinacionales tecnológicas famosas, está valorando a sus profesionales en base a sus actitudes o valores (innovación, colaboración), con mayor peso que los KPIs de negocio habituales.
Es un cambio. Nos hemos pasado la vida intentando conseguir indicadores de negocios, lo cual nos ha llevado a modelos individualistas, y ahora nos valoran por capacidad de colaborar o de innovar. A mí ya me pilla lejos.
El famoso “efecto espejo” que comentamos antes, tiene otra vertiente: reflejar en los demás lo que te gusta o no te gusta de ti. En lo negativo, cuando hay alguna característica íntima que te reconoces, y te angustia, la proyectas al exterior, atribuyéndosela a una persona cercana. Aunque también sucede con las positivas. Esto suele suceder en pareja, o con nuestros mejores amigos, cuando solemos atribuir a la persona amada características que sólo existen en nosotros…. ¿no os suena?
“Todo lo que te molesta de otros seres es sólo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo” (Buda)
“No vemos a los demás como son, sino como somos nosotros” (Immanuel Kant).
No os voy a decir qué me molesta a mí.
No sé cuáles fueron mis oportunidades de partida, pero tengo tanto por aprender.